miércoles, 14 de noviembre de 2012

Día 105. Reconocimiento.


Después de la siesta, he sacado a Cris de su chiringuito y lo he soltado en las escaleras de mi casa. Sorprendido por la novedad, no dejaba de mirar a todos lados y, entre vistazo y vistazo, se lamía de forma compulsiva, mientras yo, cámara en mano, no dejaba de tomar instantáneas. Después de la improvisada sesión fotográfica, me encerré en el estudio para tocar un rato y lo dejé a sus anchas para que se fuera familiarizando con escaleras y pasillos; eso sí, habiendo tomado antes las oportunas precauciones (habitaciones cerradas, retirada de objetos susceptibles de ser arañados o usados como cama, etc). Al cabo de un buen rato abrí la puerta de la habitación, pensando que estaría esperándome fuera pero no fue así. Lo llamé y me contestó (bueno, básicamente maulló cuando me sintió hablando). Esperé un minuto por si subía pero nada de nada, entonces fui en su búsqueda, un tanto inquieto porque, ciertamente, me extrañó que no hubiera subido. Llegué hasta la planta baja y allí estaba, tumbado en la esterilla de la entrada, una que está dentro de la casa, mirándome mientras maullaba. Supongo que él huele que la salida a la calle está allí y su instinto lo lleva hacia abajo sin problema pero lo que es subir las escaleras parece que no lo controla o tal vez no le apetezca, si es que lo asocia a estar encerrado en la azotea, algo que espero dejar de hacerlo pronto, será señal de que Verde y Cris se entienden.

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