Por la tarde, ya con la fresquita, he vuelto a la labor de mediación gatuna entre Verde y Cris. He sacado a Cris de su guarida y lo he bajado al salón donde estaba Verde. Me he acercado a ella con Cris en mis brazos y, ¿cómo no?, la respuesta ha sido la misma, bufido, seguido de gruñido y vuelta al bufido. La verdad es que la cosa podía haber sido peor, pero Cris es tan tranquilo que se comportaba como un auténtico pasota frente a la actitud agresiva de Verde. De cualquier forma, quiero pensar que este comportamiento de Verde se debe más al miedo a lo desconocido que a sentirse amenzada/atacada. Para no forzar la situación, he sacado a Cris de la habitación después de haberlo dejado por allí olisqueando un rato y de que intentara, en más de dos ocasiones, afilarse las uñas en los sofás (para ellos es una tentación irreprimible cuando se topan con algo donde puedan enganchar, con firmeza, sus afiladas uñas).
De vuelta al jardín, y seguido atentamente por Verde que estaba tumbada en el pollete de la ventana del salón, Cris ha sido curioseando cada rincón y probando todas las variedades de hierbas que le resultaban atractivas. En todo momento he estado pendiente de él porque, la verdad, no me fío de que intente escaparse y vuelva a caer en las garras de otro perro peleón. Al menos, ahora al principio, he de tener cuidado y, bueno, más adelante ya veremos.