lunes, 27 de agosto de 2012

Día 103. Vacunas

Como ayer la consulta de la SPAPS estaba abarrotada de gente esperando para ser atendidos por el veterinario, decidí llevar a Cris para vacunarlo de la rabia hoy sábado por la mañana y así aprovechar el viaje para ponerle la vacuna pentavalente a Verde (mi gata). A media mañana tiramos para la consulta que la SPAPS tiene en Camas, un pueblecito cercano a Sevilla y a mi casa. Cada uno de los gatos en su respectivo transportín y los dos juntitos al coche, suerte que me echaba una mano mi hermano. La sala de espera estaba vacía y tuvimos que esperar muy poco, tiempo suficiente para disfrutar de las correterías de tres pequeñas perritas que, en espera de ser adoptadas, jugueteaban por allí mientras una de las veterinarias les preparaba el almuerzo. Pasamos a la consulta y nos atendió la amable veterinaria (N.), muy cariñosa y sensible con los animales. En primer lugar pesó a Verde y luego le puso la vacuna pentavalente. Se maravilló de lo buena que era. Es cierto, Verde es muy mansa, aunque un poco asustadiza. Creo que ese miedo lo viene arrastrando de una vez que, siendo cachorro, se escapó y fue a dar con un perro que la acorraló durante horas. La encontramos bajo un coche, toda mojada porque había estado lloviendo, y en estado de shock, o algo así. Bueno, después de atender a Verde, N. estuvo examinando a Cris y decidió postponer la vacuna de la rabia porque no había sido desparasitado aún y, claro, se le podía la vacuna en ese estado pues podría no hacerle efecto, así que lo desparasitó con la ayuda de una jeringa que contenía una especie de pasta blanca (como la pasta dentrífica). Se la puso en la boca y le administró la dosis oportuna. De allí a casa y, aunque la veterinaria ya me había dado el visto bueno para presentarle Cris a Verde, cada uno de ellos volvió a su respectivos espacios vitales porque ya me parecían demasiadas emociones para la buena de Verde.

Día 101. Sin puntos

Con la que estaba cayendo, un calor de los que hacen historia, hemos cogido a Cris, mi hermano y yo, y nos hemos encaminado hacia la clínica veterinaria. En esta ocasión no se ha hecho caca en el transportín, como ya viene siendo habitual en este trayecto, pero no ha dejado de maullar hasta llegar allí. La sala de espera estaba más abarrotada que nunca, suerte que nuestra visita era para ver al cirujano y la mayoría de los que allí estaban esperaban para consulta ordinaria. Nos tocó el turno y pasamos al quirófano 2. Allí, el cirujano estuvo mirando la herida y, bueno, creo que con cierta resignación ya que la nariz no ha quedado como nos hubiera gustado, se decidió a quitarle el único punto que le quedaba, mientras que yo sujetaba a Cris. Me dijo que lo curara con betadine y que nos veríamos en octubre, que ya podía vacunarlo de la rabia y, bueno, pues que le parecía un gato muy bueno. Es así, es un gato bueno y yo cada vez le tengo más cariño ¿para qué negarlo?.

domingo, 26 de agosto de 2012

Día 98. A pesar de todo, el instinto.

Siempre me ha sorprendido la facilidad que tienen los gatos de adaptarse a cualquier situación. Al principio parecen un tanto desorientados pero disimulan su desconcierto examinando cada rincón de su nuevo entorno, haciendo gala de su innata curiosidad. Igualmente me resulta increíble como desde bien pequeños son capaces de utilizar el cajón de la arena para hacer sus necesidades. Cris, a pesar del collar isabelino, utiliza su “inodoro” con total normalidad y, cuando termina, se vuelve sobre lo que ha hecho, lo huele, y lo tapa con arena hasta que no deja rastro alguno. Este autocontrol gatuno  es una más entre las virtudes que hacen del gato un estupendo animal de compañía, incluso para convivir con él en un piso.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Día 95. Limpieza compulsiva.

Esta mañana, antes de ir a trabajar, le he puesto de comer al tigre y he tenido que estar pendiente de él todo el rato porque no se centraba en la comida y lo único que hacía era lavarse de forma compulsiva. Supongo que al sentirse liberado del collar isabelino no podía evitar la tentación tan felina de lamerse. Bueno, al final he conseguido que se comiera todo lo que le he puesto.

Día 94. Viaje en balde.

De vuelta a casa, cuando he ido a preparar a Cris para llevarlo al veterinario, me he encontrado el grifo del bidé abierto. A saber cuando lo abrió, espero que no haya sido demasiado temprano, me tiemblan las piernas pensando en la factura del agua que me puede venir este mes. Hoy tocaba visita al veterinario para quitarle los puntos, bueno, el punto, porque sólo le queda uno, precisamente el que está en la zona que menos falta le hacía. Lo he metido en el transportín pero antes le he dado algo de agua con la jeringa grande ya que, al tener el collar isabelino, no puede beber del cacharro con agua que le tengo puesto en el baño.
Desde que hemos salido de casa no ha parado de llorar y, como ya es habitual en estos pequeños viajes, a los pocos minutos de salir, se ha hecho caca en el transportín. He tenido que parar, limpiarle la arena, una pata y el borde del collarín; suerte que llevaba una servilleta y he podido salvar la situación, in extremis. La espera en la consulta ha sido corta. Los dos cirujanos han visto a Cris y no se han extrañado de que se hubiera soltado los puntos. Me han dicho que me olvidara ya de la cura del escroto, que no le pusiera más pomada cicatrizante. Respecto a la operación de la nariz, han postpuesto la retirada del punto a la semana que viene y me han dicho que le siga poniendo el colirio en la herida.
Ya en casa, le he puesto algo de comer y después lo he subido a la azotea, hasta la noche. Ya tarde, lo he vuelto a bajar y le dado la cena.


Días 89 al 93. Doble curación.

Ahora vuelve a llevar puesto el collar isabelino, toda una lata porque así no puede comer las croquetas secas y he de ponerle comida fresca en cada una de las tres tomas diarias, que es cuando se lo quito. Os preguntaréis por qué no le pongo las croquetas entonces, pues porque me conviene que se coma la comida con cierta rapidez ya que tengo que estar pendiente de él para que no se toque los puntos o se intente lamer las heridas. La cura de las heridas se la suelo hacer por la noche porque es cuando estoy más tranquilo y no tengo prisa alguna.
El cirujano le puso cuatro puntos en la herida de la nariz y han ido cayéndose, desgarrándose, ... hasta que se ha quedado sólo con uno, el que menos importancia tenía. En cierto modo, para mi ha sido un alivio porque la verdad es que, a pesar de habérselo propuesto al veterinario, no me terminaba de convencer la solución que le había dado al problema ya que la trufa (esa parte carnosa que tiene en el hocico) se le había quedado muy torcida e incluso hacía que el único orificio bueno quedara más cerrado que antes de la operación.


Día 88. Espabilado.

Esta mañana ya estaba como si no le hubiera pasado nada. Cris es un superviviente, todo un gato de acero a pesar de su apariencia de “lindo gatito”. Dados los últimos acontecimientos, es decir, la muerte de Azul, una de mis dos gatas, y el hecho de que la adopción de Cris no termina de cuajar, por decir algo, creo que la posibilidad de que me lo quede empieza a coger fuerza. Por supuesto, dependo de la aceptación de Cris por parte de Verde, mi otra gata que, con 11 años, no se si estará por la labor de admitir en su entorno a un joven y atractivo macho peludo. Por si acaso y en previsión del futuro encuentro, he llevado a Verde a vacunar. La pobre, que no disfruta nada de los viajes en coche, se ha pasado todo el trayecto llorando. En la sala de espera ha estado muy callada, observando desde su transportín a dos perros que no paraban de ladrar y que eran tratados por su dueña como si de bebés se tratara. La veterinaria ha pesado a Verde y le ha puesto la vacuna contra la rabia, citándome para ponerle el resto de vacunas después de 21 días; un rollo, porque esto significa que no podré presentarlos hasta entonces. Me ha dicho que le diera una pastilla para los parásitos internos y que estuviera pendiente de la gata en los próximas 3 horas por si se le producía una reacción alérgica y se hinchaba (entonces tendría que llevarla a urgencias). Después de lo de Azul, esto me ha preocupado pero bueno, he esperado el tiempo indicado y no ha pasado nada con la gata, todo ha ido de fábula. Mejor así.

Día 87. El día después.

El antibiótico hay que dárselo cada 12 horas y el anti-inflamatorio cada 24, así que esta mañana le dado la segunda pastillita rosa, disuelta en agua, o sea, el antibiótico. Luego le he puesto de comida de lata y, mientras se la comía, he aprovechado para darme una ducha. Le he puesto el collar isabelino y me he ido al trabajo. Por la tarde, ya con la fresquita, lo he subido un buen rato a la azotea hasta la hora de cenar, cuando lo he bajado para curarlo y darle de comer. En esta ocasión, le he dado antibiótico y anti-inflamatorio y he descubierto la segunda herida en el escroto, la que ayer no vi. Así que, bueno, pues ya le he puesto pomada en las dos, para que cicatricen en condiciones. Le he limpiado los puntos de la nariz con agua esterilizada y luego le he puesto colirio ahí y en el ojo derecho, un poco lloroso.