jueves, 17 de mayo de 2012

Día 31. 2ª parte: En el veterinario, como en casa.

Esta vez se ha portado fenomenalmente en el coche y no ha llorado, debe de haberse acostumbrado ya y además, como las últimas veces que ha estado allí no le han hecho ninguna “barbaridad” pues ... A pesar del tremendo calor que hacía en la calle y mis esperanzas de encontrar la clínica vacía, la sala de espera estaba llena de pacientes con sus respectivos dueños (en algunos casos, incluso dos por paciente, toda una trupe). Enfrente mía había una gatita que esperaba para ser vacunada; Su dueña me estuvo contando que ésta era la tercera que tenía, ya que con los anteriores no había tenido demasiada suerte. Al rato, después de que ellas entraran, nos tocó a nosotros. Pepe, el cirujano, pesó a Cris, comprobando satisfecho que ya estaba en los 3,8kg. Me estuvo preguntando como comía, como orinaba y como hacía la caca, etc. Estuvo examinando la herida a conciencia, mientras que yo le iba contando como lo había estado curando durante este último periodo de tiempo entre visita y visita; le conté también que en los últimos días le había encontrado algo de pus en el orificio de la herida. Después de todo esto me dio las nuevas pautas de tratamiento (colirio en el ojo “defectuoso” dos veces al día, agua oxigenada y colirio en la herida del hocico una vez al día) y me citó para dentro de quince días. Le pregunté cuándo podría coserle lo que quedaba de agujero pero me dijo que tal vez no hiciera falta. Lejos de salir decepcionado de la consulta porque la cosa volvía a alargarse, me fui de allí contento por el trato recibido, por sentir la implicación del cirujano y porque me despidió con esta frase: “... y si ves que algo no va bien o que empeora, te lo traes por aquí, que ésta es tu casa”.
A la vuelta, pasé por casa de una de las admiradoras de Cris para que ella y sus dos “peques” saludaran al “peluche”. Cris, lejos de asustarse por la presencia de la perrita que también vive allí y a la que le gusta correr detrás de los gatos, se mostró de lo más confiado y se dejó acariciar por toda la familia, dejando constancia de su peculiar nobleza.

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